Noviembre, mes de los difuntos en Sevilla.

 

          Encaramos ya la recta final del mes que figura en el título con los característicos mantos de hojas caídas en esta época del año. Hay personas a las que les gusta este mes como símbolo del otoño, por las lluvias y los nuevos matices de colores del paisaje, y a otras que les entristece, lo ven gris bajo un cielo nublado. También puede parecer nostálgico, hasta romántico, un tiempo de respeto y recuerdo por los seres que ya se han ido, aunque lo hagamos todo el año. Por eso queremos hacer una ruta por los diferentes lugares que, durante las distintas épocas de la ciudad, han sido elegidos para el descanso eterno de esas personas, sevillanas o foráneas, quedando así vinculadas a la historia de la ciudad para la posteridad. Este propósito será largo, algo normal ante la magnitud milenaria de esta urbe, pero lleno de curiosidades y leyendas, quizás algunos descubran y otros se sorprendan cuando sepan lo que hubo bajo sus acogedoras viviendas alguna vez o puede que aún haya, pero que había sido olvidado por el paso del tiempo.

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El otoño y la caída de las hojas en el Parque de María Luisa. (JJMQ).

Debido al pasado fluvial sevillano, tan sólo podemos observar las necrópolis dolménicas prehistóricas en terrenos elevados como el Aljarafe y Los Alcores, así que comenzaremos retornando a la Híspalis romana, y para ubicarnos vemos una superposición aproximada de la ciudad en dicha época con la actual. De esta forma nos hacemos una idea de la forma triangular que parecía tener y sus calles, con el cardus maximus y el decumanus maximus marcando las salidas que tenía la ciudad, porque en esas vías de extramuros, que actualmente forman nuestro entramado urbano, era costumbre romana situar sus mausoleos, columbarios y aras funerarias a ambos lados de las rutas que comunicaban poblaciones, localizando así algunas de las zonas con necrópolis.

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Superposición propia de la Híspalis teórica sobre la Sevilla actual. (Google Earth-Sevilla Legendaria).

En dirección S, una vez cruzado el arroyo Tagarete, estaba la calzada hacia Gades, apareciendo enterramientos en el área de la antigua Fábrica de Tabacos, San Telmo y Prado de San Sebastián correspondientes a los s.II-III, y posiblemente también bajo el Alcázar. De las mismas fechas y en dirección SE existen necrópolis en lugares como la Casa de los Mañara, San Bartolomé y el barrio de San Bernardo y ya algo más hacia el vértice del E, en la zona del antiguo Convento de Santa María de los Reyes, además de en otras calles de ese entorno como son c/ Imperial, c/ Santiago y c/ Leoncillos, siendo estas necrópolis de los s.I-II. Continuando no muy lejos de allí, estaba la puerta ubicada en Santa Catalina, de la que partían dos trazados. El primero, en dirección NE, ha dado lugar a las actuales c/ Sol, a lo largo de la que encontramos restos funerarios del s.I, e igualmente ocurre con la Carretera de Carmona, donde se haya la necrópolis ubicada en la Trinidad y la manzana del antiguo y fatídico Bazar España, que abarca desde el s.II hasta el visigótico s.VII, siendo el lugar en el que según la leyenda fue enterrada una de nuestras hermanas patronas alfareras, Santa Rufina. El otro camino, en dirección N, partía en busca de Augusta Emerita, estando formando por el eje de las calles Bustos Tavera – San Luis – Don Fadrique, de ahí la existencia de enterramientos en ambas aceras de San Luis, como en la Plaza del Pumarejo, c/ Virgen del Carmen Doloroso o c/ Inocentes y fechadas en el s.I. Curiosamente, esta zona es conocida como una “milla de oro” de sucesos paranormales por los investigadores de dicha temática, dado el alto número de sucesos ocurridos allí.

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Tumbas romanas y visigodas en la necrópolis de San Bernardo. Detalle de un grabado de G. Hoefnagel de 1565, publicado en Civitates Orbis Terrarum, 1598. (Sanderus).

También se conocen algunos de los lugares elegidos, durante la dominación musulmana, para emplazar sus cementerios. Es característico encontrar a las personas que yacen en estas tumbas en una posición orientada a La Meca. Figuran de esta forma en la necrópolis  de los s.IX-XI bajo los actuales Jardines de la Buhayra, un espacio muy reformado y menguado actualmente con respecto al terreno original de dicha época. Otro es el conocido Cementerio de los Alfareros, fechado entre los s.XI-XII, que ocupó gran parte del brazo del río que había sido desecado, en lo que hoy es la Plaza Nueva, el Ayuntamiento y el comienzo de la Avenida de la Constitución. Existe además un amplio número de enterramientos en la otra orilla de la ciudad, más allá del Puente de Barcas, correspondientes a una necrópolis almohade de los s.XII-XIII, que quedó oculta bajo la construcción del Castillo de San Jorge y posteriormente bajo el Mercado de Triana, cuya remodelación los sacó nuevamente a la luz, de ahí que los restos de la fortaleza sean ahora visitables. De dicha época es también el conjunto de tumbas aparecidas en la zona de la Alameda, en diferentes calles como Divina Enfermera, Alberto Lista o Juan Pérez de Montalbán, por lo que se intuye que ocuparía una amplia área situada al norte de la probable ubicación del Alcazar de Al-Mukarram. Otros sitios documentados son los exteriores de la Puerta Carmona y la Puerta Osario, cuyo nombre coinciden la mayoría de autores en que procede de ser la salida precisamente hacia eso, un osario.

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Epígrafe funerario musulmán (Museo Arqueológico de Sevilla) perteneciente al Cementerio de los Alfareros y detalle del mismo, dibujo de Pacho Garmendia, (“Sevilla Almohade 1248”, Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía).

Otra cultura que dejó su huella en la ciudad fue la judía, cuyos difuntos también encontraron descanso eterno en algunos rincones de estas tierras. Una población muy localizada en el sector oriental del casco urbano, siendo la actual Puerta de la Carne un punto neurálgico en la vida y la muerte de los hebreos, ya que al salir por ella se ubican, a ambos lados, la mayoría de sus enterramientos, fechados en los s.XIV-XV. En menor medida, también han sido encontrados a la izquierda de la Puerta Osario, a los pies de la barbacana que antecedía a la muralla. Por supuesto, los judíos conversos que continuaron en la Sevilla cristiana recibieron reposo, hasta su expulsión decretada en 1483. En este caso, junto a los monasterios de San Bernardo, San Agustín y la Trinidad. Además, libertos y esclavos han aparecido junto al lienzo de muralla que existía en la actual c/ Cano y Cueto hacia el Paseo de Catalina de Ribera, donde el espacio ha sido compartido con musulmanes y tardorromanos del s.V. Así se demuestra la relación entre todas estas culturas a la hora de elegir los camposantos, puesto que son varios los ejemplos de lugares reutilizados para el mismo fin, nunca mejor dicho.

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Vista parcial del cementerio hebreo entre la c/Cano y Cueto y el Paseo de Catalina de Ribera, localizado al realizar el parking subterráneo y en el que se ha dejado expuesta una de las tumbas. (Enrique García Vargas – academia.edu).

Posteriormente llegó la expansión social y económica de Sevilla en el Siglo de Oro y la consiguiente decadencia en los s.XVII-XVIII, cuando las epidemias de peste y otras enfermedades, propias del trasiego mercantil con las Indias, hicieron mella en la ciudadanía. Numerosas iglesias y conventos tuvieron que albergar capillas funerarias en sus interiores y pequeños cementerios colindantes a sus muros exteriores. Tenemos el claro ejemplo del Salvador, donde se encontraron más de 400 tumbas, siendo muchas de ellas de niños, dada la cercanía con la antigua Casa Cuna. Además ha quedado el recuerdo y la historia de muchas cruces de la ciudad, como la de Cerrajería, Caño Quebrado, Retama y otras más, que son testimonio de los diferentes espacios que cobijaron a los miles de habitantes fallecidos en esos dramáticos momentos de insalubridad sufridos.  Ya en el s.XIX, con la inauguración del actual cementerio municipal, estos espacios se convirtieron en plazas como la de Monte-Sión, San Julián, Santa Ana y otros lugares como el Baratillo o la amplitud de San Jacinto.

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Cruz de las Culebras, del antiguo cementerio del Salvador. (Sevilla Legendaria, 2014).

Como antes mencionamos, es en s.XIX cuando la ciudad, ya sin invasores franceses, va recuperando la normalidad y comienza una nueva expansión hacia extramuros. Con Richard Ford vimos que, cruzado el Prado de San Sebastián, existía la ermita del mismo nombre y actual parroquia, en la que se instala el Cementerio de S. Sebastián en el año 1819, pero pocos años después, en 1827, el clero divide una parte del mismo por la que cobrarán directamente los tributos por cada entierro allí efectuado, por lo que se le nombra como el Cementerio Eclesiástico o de los Canónigos. Ambos serían finalmente clausurados en 1889, una vez culminado el traslado de los restos al cementerio municipal actual. Contemporáneo era el Cementerio de los Pobres, destinado a aquellas personas que no podían sufragar los gastos de la sepultura. De ahí que se diga “no tiene donde caerse muerto”. Su ubicación estaba muy cerca de los anteriores, concretamente pasando la Venta de Eritaña, junto a la alcantarilla de igual nombre que salvaba la desembocadura del arroyo Juncal en el conocido arroyo Tamarguillo, zona que hoy conforma el cruce de la c/ Valparaíso con la c/ Juan Pablos. También Triana contó con el Cementerio de San José, inaugurado en 1832 y situado más allá de la c/ Castilla, aproximadamente en la zona donde hoy se levantan la criticada Torre Sevilla o Pelli o los edificios Torre Triana y World Trade Center de la Expo’92.

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Detalles de los cementerios en el plano de Sevilla de Manuel Galiana de 1839, San Sebastián (195) y Pobres (196) a la izquierda y el de Triana (197) a la derecha. (Instituto Geográfico Nacional).

Y por fin llegamos a un día de año nuevo, concretamente el 1 de Enero de 1853, fecha en la que el nuevo Cementerio Municipal de San Fernando abre sus puertas para recibir a un matrimonio sevillano como los primeros inquilinos. Desde entonces ha ido cumpliendo su cometido, alojando a miles de ciudadanos entre su multitud de calles, siendo la mayoría de ellos cristianos, aunque reservando un espacio para los no creyentes y otro para los musulmanes. Sin embargo, a los fallecidos protestantes británicos habrá que buscarlos en el Cementerio de los Ingleses, inaugurado en 1855. Un lugar abandonado desde principios de este siglo en el corazón del barrio de San Jerónimo.

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Interior del Cementerio de los Ingleses, en la c/ Marruecos del barrio de San Jerónimo, muy próximo al Monasterio. (El Correo de Andalucía).

Pero volvamos al actual, y es que dentro de sus muros encontraremos leyendas como la del Cristo de las Mieles o el Cachorro, anécdotas como la ocurrida a una señora que cayó al suelo, quedando inconsciente hasta la hora del cierre, y se presentó en la puerta ensangrentada y pidiendo auxilio ante el espanto de los guardas que aún corren despavoridos. También veremos auténticas obras de arte en piedra como el mausoleo del torero Joselito el Gallo o un Cristo Yacente de Antonio Perea, habrá tumbas de arquitectos, médicos, panteones de realeza, de monjas, los caídos en el bando nacional de la locura de guerra civil los verá a su izquierda, y los republicanos, con el presidente Martínez Barrio a la cabeza, los verá a su derecha. Encontrarán presidentes de los clubes de fútbol de la ciudad, futbolistas, artistas, cofrades, feriantes, rocieros, ancianos y niños, familiares suyos y míos, y una gran cantidad de ciudadanos anónimos para la mayoría pero que descansan en paz con la historia de sus vidas. Y nosotros culminamos así este largo caminar por la historia de la ciudad a través de muchos de sus rincones. Esperamos que hayan disfrutado una vez más de los tesoros que esta Sevilla Legendaria nos brinda, ahora descansen, pero no eternamente aún, porque nos quedan muchas más secretos que seguir descubriendo de la ciudad y sus personajes.

 

J.M.

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