Habitualmente, asociamos noviembre con los difuntos y curiosamente un día 25 de este melancólico mes del año 1864, falleció en la fría y húmeda ciudad de Londres el pintor David Roberts. Ahora es momento de recordar a este singular escocés y su visión de nuestra tierra, así que nos preparamos para una primera ruta por lugares de Sevilla.

El caprichoso destino vuelve a combinarnos un pintor, noviembre, romanticismo y Sevilla. Y es que otro británico del que ya hablamos, Richard Ford, combinó también estos factores como su colega. Fueron contemporáneos, pues coincidieron aquí cuando Roberts llegó en mayo de 1833 y probablemente el inglés inspiró a nuestro protagonista, en más de una ocasión, enseñándole sus dibujos que eran más románticos que los trabajos del escocés, cuya capacidad de visión fotográfica y detallada era reconocida por otros autores y amigos. Profundizó más el romanticismo en sus obras una vez regresado a las Islas Británicas y por encargo de sus propios clientes, ya que como veremos a continuación en sus dibujos destaca la monumentalidad y la arquitectura de los edificios sobre los personajes que aparecen, algo que vimos en nuestra última publicación con el dibujo de la Iglesia de Sta. Catalina.

Nacido un 24 de octubre de 1796 en el barrio de Stockbridge, de la capital escocesa, Edimburgo. Aunque de familia humilde, consiguió pronto introducirse en el mundo de la pintura, primero como escenógrafo de un circo y ya con veinte años, de teatros, entre ellos el Teatro Real de Glasgow, donde conoció a la que sería su mujer y madre de su hija, aunque acabaron separándose y él haciéndose cargo de la pequeña Christine. Más tarde continuó con su trabajo teatral en Londres, pero cada vez dedicando más esfuerzos a dedicarse a la pintura arquitectónica, por lo que en 1821 fundó junto a otros colegas la Sociedad de Artistas Británicos, la cual llegó incluso a presidir un tiempo. Pocos años más tarde comenzó a viajar por Europa, bajando por toda Francia y entrando en España en octubre de 1832 por la frontera de Irún.

Es entonces cuando comienza su periplo a través de la Península Ibérica, dejando buenos dibujos de lo que presencia en ciudades como Burgos, Toledo o Madrid, hasta que se adentra en Andalucía, de donde también deja muestras en Córdoba, Granada o Málaga, alcanzando nuestra ciudad en la primavera de 1833, como comentamos más arriba. Por eso vamos a dejarnos llevar por este paseo a través de imágenes de aquella Sevilla romántica. Hemos empezado con las pinturas superiores, donde apreciamos que era un artista habilidoso con la perspectiva y detallista, mostrándonos el ocaso hispalense desde más allá de la muralla o el ajetreo de carros en el Templete de la Cruz del Campo, los Caños de Carmona con otra amplia vista de la ciudad.

Habilidoso en los trazados, se rodeó de buenos profesionales para ejecutar sus obras en los talleres de impresión ya que conseguía realizar precisos bocetos y además de forma rápida, haciendo después acuarelas que reflejaran esas tonalidades románticas o bien le pasaran sus numerosas obras a litografías muy valoradas. La que aquí tenemos de la Giralda vista desde la c/Mateos Gago, en la que pueden leerse hasta tres rótulos comerciales, aparece en un ejemplar de su libro “Picturesque Sketches in Spain during of years 1832 & 1833“, editado en 1837 y conservado en la Biblioteca Nacional de España.

Aquí podemos ver otro ejemplo de como conseguía destacar un monumento como la Giralda por encima de la portentosa Puerta del Perdón, adornado todo por muchas figuras y detalles del día a día en el graderío de la Catedral, en aquella Sevilla que décadas antes había sido saqueada por los franceses.

En esta otra imagen ya estamos en el Patio de los Naranjos, aunque algo menguado por el artista para conseguir engrandecer más a la Giralda y dejarnos un recuerdo imaginado de la espadaña del Convento de la Encarnación, en la Plaza Virgen de los Reyes, asomando tras la torre campanario.

Ya adentrados en la Catedral de Sevilla, el pintor escocés dejó varias obras del interior de la misma. Ésta es una de ellas, donde vemos la magnitud de nuestro gran templo gótico en sus pilares, el órgano e incluso detalles más lejanos como el monumento al Santísimo o el Cristo del Millón, quedando patente una vez más la visión perspectiva de nuestro protagonista.

Seguimos nuestro caminar por esa Sevilla decimonónica y nos acercamos al Alcázar. El pintor escocés debió quedar allí impresionado por la belleza de la estancias ya que era apasionado del orientalismo, al igual que le ocurrió a Richard Ford, de hecho escribió a sus padres para informarles de que permanecería más tiempo en nuestra ciudad, del que acostumbraba en las demás, porque tenía trabajos que hacer y muchos más rincones que descubrir. Otra de sus grandes obras es el extenso trabajo que realizó en Egipto y en Tierra Santa tras abandonar España.

Vemos que no todo fueron acuarelas y litografías, esta obra es uno de los óleos que hizo en Sevilla y por los que leíamos que permanecía más días aquí. Una brumosa Torre del Oro frente al Convento de los Remedios en la vida marinera del río Guadalquivir es lo que representó en este cuadro, quizás con el recuerdo del Fiordo del río Forth en su Edimburgo natal o las nieblas londinenses sobre el río Támesis. Este trabajo forma pareja de otro óleo acerca de Alcalá de Guadaíra en el Museo del Prado y son de las pocas obras visitables en museos españoles.

Como no podía ser de otra forma, un viajero británico en pleno s.XIX debía quedar por lo menos sorprendido cuando se encontrara con una corrida de toros y eso mismo representó en este dibujo. Observamos una abarrotada Maestranza, pero aún inacabada, lo que nos permite una visión mayor del conjunto catedralicio e incluso junto al caserío, la parte alta de la Puerta del Arenal hoy tristemente desaparecida. Y aquí, en el barrio baratillero, terminamos esta primera ruta de hoy, ya que es difícil resumir los cinco meses que pasó David Roberts en esta Sevilla Legendaria y romántica. Pronto volveremos para visitar pueblos de nuestra provincia y conocer un poco más del escocés y sus amigos Richard Ford, Jhon F. Lewis o el español Jenaro Pérez Villaamil, al que influyó notablemente con su obra paisajística.
J.M.
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