En esta ocasión queremos contarles una de las leyendas quizás más conocidas de la ciudad. Se trata de la protagonizada por las dos personas del título, que son Doña María Coronel, de la nobleza sevillana, y el monarca castellano Don Pedro I “el Cruel” o “el Justiciero”. Con ellos retrocederemos al pasado de esta ciudad, al s. XIV, para conocer mejor su historia.

María Fernández Coronel nació en 1334 en el seno de una poderosa familia de la nobleza sevillana, siendo la hermana primogénita de Mayor, Aldonza y Juan. Su padre, Alfonso Fernández Coronel, era Alguacil Mayor de Sevilla y poseía varios títulos por ser copero mayor del rey Alfonso XI de Castilla, monarca fallecido en 1350, mismo año en el que nuestra protagonista casó con el noble sevillano Juan de la Cerda y su hermana Aldonza hizo lo propio posteriormente con otro noble de la ciudad, Álvar Pérez de Guzmán (primero “el Viejo” y luego con su hijo “el Mozo”). Es entonces cuando su único hijo legítimo con vida, Pedro I, sube al trono y comienzan los conflictos con su hermanastro Enrique de Trastámara, unidos a los enfrentamientos con el Reino de Aragón. La lucha castellana trajo las tragedias a la familia Fernández Coronel, ya que el padre y sus yernos participaron en la sublevación contra el rey, que en 1353 mandó decapitar al cabeza de familia e incautó sus bienes. Mientras Juan y Álvar fueron enviados al frente con Aragón, lo que motivó que María y Aldonza se refugiaran en el Real Monasterio de Santa Clara, en el que finalmente tomó el hábito de monja tras ordenar el soberano la muerte también de su esposo y confiscar todo el patrimonio que pudiera heredar. Todo ello motivado por la obsesión del mujeriego monarca castellano de poseer a la hermosa joven sevillana, que con sus múltiples rechazos lo enfurecía aún más.

En este convento, fundado en 1289 por el rey San Fernando y activo hasta 1998, tuvo lugar una de las incursiones del rey y sus soldados en búsqueda de Dª María. Las monjas clarisas, sabedoras de esas pretensiones, la ocultaron en una zanja a los pies de la Torre de Don Fadrique, tapándola con unos tableros y algunos matorrales, pero entonces se obró el milagro y las oraciones de la joven dieron como resultado que numerosas plantas de perejil crecieron sobre su escondite, evitando así el ser descubierta.

No cejó el rey en su empeño, por lo que volvió a presentarse en el monasterio por sorpresa, protagonizando una persecución tras la viuda mujer por las diferentes estancias que finalizó en la cocina. Allí, cuenta la leyenda que ya viéndose acorralada, decidió arrojarse un perol de aceite hirviendo sobre su rostro, que quedó desfigurado por las quemaduras. Este hecho sirvió para que el monarca huyera horrorizado del lugar y poco tiempo después, en 1369, encontró la muerte a manos de su hermanastro rival Enrique II de Castilla en una trampa urdida durante la Batalla de Montiel.

El nuevo monarca ordenó la devolución de todo el patrimonio familiar embargado por el anterior rey a las hermanas viudas. Ellas no dudaron en aprovecharlo para convertir en un convento unas casas adosadas a la Parroquia de San Pedro, que pertenecieron a sus padres, instalándose allí junto a otras hermanas clarisas para fundar el Real Monasterio de Santa Inés. Allí falleció el 2 de diciembre de 1409 y quedó enterrada, pero esa es una de las varias historias que guarda este monumento, ubicado en la calle que lleva su nombre, y que iremos descubriendo más adelante en Sevilla Legendaria.
J.M.
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