Hoy nos disponemos a dar un paseo a extramuros de la ciudad, porque Sevilla esconde tesoros y huellas de su pasado por muchos más rincones de los que figuran en cualquier guía turística de las que usan los miles de turistas que nos visitan cada año. Dejando atrás la desaparecida Puerta Nueva o de San Fernando, junto a la antigua Real Fábrica de Tabacos y hoy universidad, nos dirigimos en busca del río Guadaíra para visitar uno de los muchísimos molinos que alzaban sus siluetas en sus dos orillas, el Molino de Tizón.

Sí han leído bien, El Molino de Tizón, que no es otro que el mismo que reza en el título, el Molino de San Juan de los Teatinos. Dos nombres diferentes para un mismo lugar, por eso vamos a averiguar que historias aguarda este abandonado monumento para denominarse así y cuál ha sido su suerte para acabar en dicho estado con el paso del tiempo.

Como decíamos, se ubica en el río Guadaíra, en su margen derecha y pocos metros después de que este afluente del Guadalquivir pase por el punto en el que actualmente se tocan los términos de Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas y la propia Sevilla, en cuya zona sur se adentra. A partir de este lugar el río ha sufrido una gran transformación, ya que fue desviado mediante un cauce artificial durante las obras de la década de 1920 que preparaban la ciudad para la Exposición Íbero-Americana. Desde entonces abandonó su tránsito por la Dehesa de Tablada, donde estaban los últimos molinos de su curso, pasando su desembocadura frente a Gelves a la nueva junto al Brazo del Este en el término de Los Palacios y Villafranca.

Estaba asentado sobre lo que era una isleta que formaban las aguas del río desde Puente Horadada, que las repartía hacia el cauce natural y un pequeño brazo a la derecha, llegando hasta la actual zona de Pineda. Compartía este terreno con otros de esos abundantes molinos como el de Aljudea, el de la Torre Blanca y el de Zapote.

Vemos por las imágenes que su estado actual no es el mejor para su conservación, algo incomprensible si tenemos en cuenta que su historia se inicia en la época romana. En concreto, nos remontamos a la existencia de la larga calzada romana conocida como Vía Augusta, que partía desde Gades, e iba comunicando ciudades de la Baetica, y tras pasar por la nazarena Orippo seguía hacia aquí camino del Puente Horadada, que servía para cruzar al camino de Quintos, prosiguiendo hacia la posada situada en Torreblanca de los Caños.

Posteriormente llegaron los musulmanes, que volvieron a dar vida a los Caños de Carmona y convirtieron muchas villas romanas y posadas en alquerías y molinos, como el que visitamos hoy. Los ubicados en esta isleta parece ser que pertenecieron a un ciudadano de Isbiliya llamado Almofadet y que tras la Reconquista fueron donados al que fuera Merino mayor de Castilla, Ferrand Pérez de Portocarrero. Tras su muerte fueron heredados por su viuda, la señora María Alfonso Tisón, que ya desde el s. XIV da nombre a esta obra hidráulica conocida como Molino de Tizón.

Así fueron pasando los años y los diferentes dueños, llegando a manos de la Orden de San Cayetano de Thiene, conocidos como los Teatinos, que al parecer establecieron aquí un convento apartado de la ciudad en el que cumplir con su deber de auxilio a los ajusticiados moribundos. De hecho, dieron nombre al camino que se dirigía a este lugar y que hoy es conocido como la avenida de los Teatinos en el sevillano barrio del Tiro de Línea.

Si bien es cierto que la presencia de esta orden allí es realmente una incógnita de esta ciudad, ya que la documentación que consta se refiere a la Orden de los Jesuitas, cuyos clérigos pertenecientes al Colegio de San Hermenegildo se establecieron en este paraje a finales del s. XVI. Hay quienes achacan a una confusión de los ciudadanos para distinguir el hábito de ambas congregaciones el motivo que llevó a pensar que fueran unos y no otros los que allí estuvieron, pero aunque guardan cierto parecido no deja de ser una hipótesis que no aclara este misterio.

Poco más de dos siglos después de su llegada a la ciudad, tuvieron que abandonarla los miembros de la Compañía de Jesús debido a su expulsión de todos los territorios de la Corona española en el año 1767, que confisca y pasa a ser la propietaria de todos sus bienes, entre ellos este singular molino.

Llegamos entonces a la época de mayor transformación para todo el conjunto, ya que el Estado decidió reformar el molino ese mismo año, pasando entonces de moler harina a ser una fábrica de pólvora y una moderna industria para barrenar cañones gracias a la fuerza hidráulica, en el proyecto adjunto a la Real Fábrica de Artillería de Sevilla del francés Jean Maritz. Este método fue implantado en Sevilla por el Conde de Aranda, que además era en dicha época el Presidente del Consejo de Castilla.

Finalmente dicho proyecto no tuvo el éxito esperado y a finales del s. XVIII es abandonado, volviendo a ser fábrica de pólvora a comienzos del s. XIX, aunque tampoco esta industria obtuvo el rendimiento deseado debido a la inestabilidad de las corrientes, desbordadas en la época de lluvias y bastante secas en el caluroso verano, a lo que hay que añadir una fuerte explosión que supuso el fin de esta actividad.

A las reformas de aquellas fechas pertenece la ornamentación neogótica de los edificios que hemos visto en algunas imágenes, y llegamos al pasado s. XX, cuando es adquirido por el empresario Francisco Domínguez Limón, que lo convierte en un aserradero de mármoles. Ya por último fue usado como hacienda hasta su total abandono en la década de los años 60, cuando ya por entonces eran muchas las familias y jóvenes sevillanos que se acercaban por allí para darse baños aprovechando la presa de agua que hacia lo que por todos era conocido como “La Súa”.

Pues aquí terminamos este recorrido por el Molino de Tizón, o mejor dicho por los restos que permanecen hoy en día a duras penas. Una verdadera lástima el abandono al que está sometido por las diferentes administraciones públicas, que no supieron dar toda la reforma necesaria cuando fue integrado en el Parque Riberas del Guadaíra durante la década pasada, cuando quizá fue una ocasión magnífica para dotar de una playa artificial a la ciudad, una Sevilla Legendaria que aún recuerda cuando tuvo su improvisada playa de María Trifulca, justo donde termina este corredor verde en el barrio de Heliópolis. De todas formas, no desaprovechen la oportunidad de visitarlo, ahora que aún pueden.
J.M.
NOTA: En 2020, la Tesorería General de la Seguridad Social cede esta parcela al Ayuntamiento de Sevilla, que coloca un vallado que impide la entrada y en 2021 el monumento entra en la Lista Roja de patrimonio de Hispania Nostra.
Enhorabuena por el artículo, nunca antes había encontrado tanta información sobre este conjunto de edificios. Lamentablemente, poca gente se para a pensar en las funciones y la importancia que tuvo este molino en un pasado. Al igual que la torre blanca que se encuentra a escasos metros, su destino es ser olvidado. Además, la apertura del parque está propiciando su deterioro pues no es la primera vez que veo a gente haciendo barbacoas y otras barbaridades en su interior.Un saludo.
Gracias Andrés. Siempre nos gusta dar a conocer un poco más todo lo relacionado con Sevilla y como dices, éste y otros restos de molinos están condenados al olvido y el deterioro si las administraciones no hacen nada. Un saludo.
Me encantan estas pequeñas y grandes a la vez historias de Sevilla. Cuando voy a Sevilla suelo correr por los alrededores y siempre me llamo la atencion al igual que la torre que está en el otro extremo del parque. Un aplauso por tu trabajo !!!!
Muchas gracias Raúl. Sevilla tiene muchas más cosas que apreciar que no suelen aparecer en guías turísticas ni nada y este molino es una de ellas, al igual que otros como el que mencionas, el de la Torreblanca, de los cuales también vamos a escribir. Un saludo.