Volvemos hoy para seguir conociendo mejor al pintor escocés David Roberts, tal y como dijimos anteriormente. Si en dicha ocasión paseamos por Sevilla, en ésta vamos a acercarnos hasta algunos pueblos de la provincia que también visitó el artista y que no se encuentran muy retirados.

Fueron muchos los pueblos y ciudades que visitó el británico durante su viaje español, llegando incluso a Gibraltar. El cuadro que vemos arriba representa el Castillo del Águila, en la localidad malagueña de Gaucín, y al fondo se aprecia el Peñón de Gibraltar y todo el Estrecho, con los montes Jebel Musa y el Hacho ceutí en el horizonte africano. El artista lo visitó unos meses antes cuando aún pertenecía al denominado Reino de Sevilla, ya que a finales de 1833 se hizo la división provincial actual, en la que Gaucín pasó a ser un pueblo de Málaga. Así que acerquémonos un poco, en primer lugar a la comarca de los Alcores.

En este óleo vemos una bonita vista del Castillo de Alcalá en su cara oeste, desde la ribera del río, con el casi desaparecido Molino del Arrabal en la curva que hace a los pies de la fortaleza. Hoy en día, esa ladera la ocupan las viviendas de la c/ Almena o la av. del Águila que sube hasta la Ermita de Nuestra Señora del Águila, patrona de la población alcalareña.

Esta otra obra muestra una vista más lejana y silvestre del río Guadaíra. En primer término se sitúa uno de los famosos molinos harineros, posiblemente el del Algarrobo, y al fondo se aprecia la silueta del pueblo coronado por el castillo y la Ermita de San Roque a la izquierda. Posiblemente se trate de una copia de regalo o por encargo del siguiente cuadro.

Esta otra obra, visitable en el Museo del Prado junto con el óleo de la Torre del Oro que vimos en nuestro paseo anterior, muestra también el atardecer tras el castillo alcalareño. Si se fijan bien, encontrarán el más que parecido entre este óleo y el de más arriba, aunque en esta pintura vemos una visión más romántica y un caserío más orientalizado por el artista. Estos paisajes también inspirarían al español Jenaro Pérez Villaamil, en lo que parece un legado de influencias iniciado por Richard Ford que visitó bastantes pueblos y haciendas sevillanas.

Seguimos por Los Alcores hasta llegar a Carmona, en cuya parte más oriental nos ubicamos en el tajo del Picacho para contemplar esta visión romántica del Alcázar de Carmona, sede actual del Parador Nacional de esta localidad. A los pies del acantilado se sitúa la solitaria Ermita de Santa Lucía, ya que el escarpe del terreno ha impedido que las viviendas, que hoy dificultan más esta vista, avancen mucho más allá.

Esta estampa del camino que entra en Carmona, es una bella muestra de sus principales monumentos. Se trata de un grabado hecho a partir de una acuarela de 1833 expuesta en el Museo de Bellas Artes de Oviedo, en la que se representa el atardecer, aunque también existe un óleo de 1853 que regaló el autor a su dentista, además de aparecer en la obra “Jennings Landscape Annual, Spain, Andalucia”, de Thomas Roscoe en 1835.

Anteriormente, ya vimos láminas sevillanas publicadas en su obra “Picturesque Sketches in Spain during of years 1832 & 1833“, conservada en la Biblioteca Nacional de España, ahora tenemos esta litografía de las monjas haciendo vigilia en el interior de la capilla del Convento de la Purísima Concepción, cuyo exterior vemos en la siguiente imagen.

Esta otra litografía es de la Plaza del Mercado, pero que no es la actual de abastos que se sitúa sobre el solar del desaparecido Convento de Santa Catalina. Aquí estaríamos en un ajetreo mercantil de lo que ahora se llama Paseo del Estatuto y como decíamos, vemos una cambiada fachada exterior del Convento de la Concepción a la derecha, además de la cúpula y campanario de San Pedro, que guarda un parecido a la Giralda. Detrás asoma la Puerta de Sevilla y al fondo la silueta de muros en la parte más alta de Carmona y la que parece ser la torre de la iglesia de Santa María.

Cerramos este paseo cerca de Santiponce, en la cuna de los emperadores Trajano y Adriano, con este grabado de las ruinas de la antigua ciudad de Itálica, en la que aún faltaba mucho por excavar y descubrir, algo que aún hoy sucede. Aquí vemos parte del Anfiteatro con el impresionante Monasterio de San Isidoro del Campo detrás y junto al río Guadalquivir, al fondo una brumosa Giralda asoma en el horizonte hispalense. Finalmente, el pintor escocés tuvo que abandonar Sevilla precipitadamente en septiembre de 1833, debido al brote de una epidemia de cólera que le impidió regresar por donde había venido, por lo que embarcó en nuestro puerto para regresar a las Islas Británicas tras cinco semanas de dificultosa navegación. Ya en su tierra, consiguió explotar los apuntes y dibujos de su viaje hispano hasta 1838, fecha en la que emprendió su otro exitoso viaje por Egipto y Tierra Santa, también con imágenes preciosas pero que nos pillan muy lejos, por lo que nos quedamos disfrutando de nuestra Sevilla Legendaria.
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