Volvemos a aproximarnos en esta ocasión a los confines del término municipal sevillano, acercándonos nuevamente al río Guadaíra, ese afluente del Guadalquivir reconducido por el sur y que cuenta con un parque que no termina de arrancar para ser el cordón verde de esta zona final de la ciudad. Además lo visitamos con la misma intención que la vez anterior, conocer otro de sus molinos, en concreto el Molino de Aljudea.
Plano de los Molinos de Tizón y Aljudea, agosto de 1767. [MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE, Archivos Estatales, Archivo General de Simancas, AGS. Secretaría de Guerra, Legajos, 00373//MPD, 44, 017].
Si nos fijamos en el plano superior, podremos ver que las dimensiones no son tan grandes como las del cercano Molino de Tizón o de San Juan de los Teatinos, que fue el que vimos la vez anterior. También sabemos de los grandes conocimientos que los romanos tenían de ingeniería hidráulica, como quedó demostrado en los Caños de Carmona de la cercana Alcalá de Guadaíra y la proximidad de la calzada romana conocida como Vía Augusta, que transitaba por esta zona y podía cruzar el río a través del Puente Horadada, ubicado a escasos metros del molino como también vemos arriba y que además era el encargado de desviar agua hacia este molino y el siguiente de la Torre Blanca, junto al actual nudo de la SE-30.

Con la llegada de los árabes, el tránsito del río se llenó de aceñas que fueron repartidas tras la toma de Sevilla, contabilizándose hasta 33 molinos, siendo uno de ellos este Molino de Aljudea que vemos olvidado en su completo abandono.

Según los documentos existentes, se le conocía como el del Judío Almofadet, ya que éste tendría varias posesiones por la zona, las cuales donó el Concejo a Jufre de Loaisa. Manteniéndose años más tarde, entre 1593 y 1661, un pleito entre el Colegio de San Hermenegildo y el marquesado de Valencina por la titularidad de algunos de estos últimos molinos situados ya en el término hispalense.

Posteriormente perteneció a Juan de Roelas, suponiendo que sería el canónigo contemporáneo al pintor de origen flamenco con el mismo nombre. Ya luego, en las primeras décadas del s.XVIII, pasó a manos de las religiosas del desaparecido Convento de Santa María de Pasión, situado en la céntrica c/Sierpes. Después, tenemos constancia que el plano mostrado al comienzo acompañaba a una carta de José de Jerónimo destinada a Juan Gregorio Murriain, con fecha 19 de agosto de 1767, por lo cual parece que dicho molino tuvo instalada algún tipo de maquinaria que quizá sirviera de apoyo al Molino de San Juan de los Teatinos.

Su industrialización no tenemos certeza de cuánto duró ni con qué finalidad comercial, pero sí de que fue sufriendo diferentes reformas y ampliaciones hasta llegar a su final abandono en la segunda mitad del pasado s. XX, pocos años después de tomarse esta imagen aérea de dicha zona del río Guadaíra.

Y así, a medio camino entre olvidado y sepultado, como el mencionado Puente Horadada, permanece actualmente desde que quedó integrado en la construcción de este nuevo espacio verde metropolitano que es el Parque Riberas del Guadaíra. Allí queda como vestigio silencioso del pasado de esta Sevilla Legendaria.
J.M.
Muy interesante artículo, no tenia ni idea de la existencia del molino ese. Por cierto que es lógico que el parque de marras no prospere. Con las Tres Mil al lado digamos que no apatece mucho aparecer por allí.Un saludo
Muchas gracias compañero, nos alegra que te haya gustado y más aún cuando fueron molinos relacionados con la Fábrica de Artillería de Sevilla. La verdad es que parece más bien que el parque se inauguró o se hizo de forma un tanto chapucera, destacando las ausencias de cualquier servicio mínimo, de vigilancia y protección, y no digamos de información arqueológica.Un saludo.