El Vía Crucis de la Cruz del Campo en sus orígenes.

          Ya que nos encontramos en la cuaresma, y como indica el título, hoy proponemos un nuevo paseo a través de la historia de la ciudad pero en forma de vía-crucis, y para ello partiremos desde el monumental palacio de la Casa de Pilatos hasta llegar al conocido icono cervecero de la Cruz del Campo.

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Vista de la Cruz del Campo, obra de Nicolás Chapuy en 1844.(historicalsoundscapes.com).

En primer lugar, nos remontamos a la bella urbe hermana de Córdoba en el año 1419, cuando el dominico fray Álvaro de Córdoba realizó una peregrinación a Tierra Santa y fundó a las afueras de la ciudad califal el Convento de Scala Coeli, donde realizaban una simulación de la “vía dolorosa” de Jerusalén. Esta representación cristiana pronto tomó auge entre diversos monasterios castellanos, que a su vez estaban muy unidos a la nobleza de las diferentes poblaciones, puesto que era habitual que contaran con donaciones de solares o económicas por parte de las familias pudientes para levantar dichos lugares, además del ingreso de miembros familiares en las órdenes conventuales.

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Postal de la Casa de Pilatos hacia el primer tercio del s. XX. (Colección L. Roisin).

Volvemos a Sevilla, que a lo largo del s.XV va incrementando su número de cofradías, siendo la mayoría gremiales y con hospitales propios, y permaneciendo muchas de ellas hoy en día con sus diferentes vicisitudes, tal es el caso de Vera-Cruz, Silencio, Hiniesta, Gran Poder, Santa Faz (el Valle), Esperanza de Triana, Cristo de la Sangre (S. Benito), Santo Crucifijo de San Agustín (S. Roque) y Ntra. Sra. de los Ángeles o “Los Negros” (Los Negritos), fundada hacia el 1394 por el arzobispo D. Gonzalo de Mena y Roelas en el Hospital de Ntra. Sra. de los Reyes (por los Reyes Magos), cercano al Convento de San Agustín y por tanto, próximo a la Calzada romana junto a los Caños de Carmona, que tras recorrer en acequia varios molinos, emergían como acueducto desde un promontorio no muy distante de la ciudad. Por aquel entonces, dicha hermandad levanta una cruz de madera y la Ermita de la Soledad, posteriormente de los Ángeles, que es la que vemos a la derecha de la primera imagen. Avanzamos hasta 1482, cuando el asistente Diego de Merlo, unos meses antes de fallecer dicho año, ordenó la restauración de los Caños de Carmona y la sustitución de la primitiva cruz por una labrada en piedra bajo el templete mudéjar que desde entonces se conoce como el humilladero de la Cruz del Campo.

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El asistente Diego de Merlo y D. Fadrique Enríquez de Ribera. (Wikipedia)

Es ya en 1518, cuando D. Fadrique Enríquez de Ribera, I Marqués de Tarifa y Adelantado Mayor de Andalucía, partió desde Bornos hacia Jerusalén, regresando en 1520 a su residencia sevillana del Palacio de los Duques de Medinaceli o Palacio de los Adelantados Mayores, en la collación de S. Esteban.  Fue este s. XVI en el que más transformaciones se realizaron al palacio, que empezó a ser conocido como Casa de Pilatos, porque un año después, en 1521, el marqués había conseguido una serie de bulas y privilegios de la Santa Sede con los que instauró un vía crucis entre su vivienda y aquella ermita, simulando el trayecto existente en Jerusalén entre la vivienda del gobernador romano y el Gólgota. Si bien es cierto que la distancia real aproximada es de unos 997m y la de Sevilla es de unos 1.900m, lo cual no impidió que este acto se celebrase hasta su muerte en 1539. Posteriormente, en 1604, el cardenal Fernando Niño de Guevara ordenó el cumplimiento de unas normas a todas las hermandades, obligando a realizar la estación de penitencia a la Catedral a las que tenían su sede en Sevilla, y a Santa Ana las que fueran de Triana. A pesar de todo, en 1625, Fernando Afán Enríquez de Ribera, V Marqués de Tarifa, consiguió bulas papales como su antepasado para volver a realizar un vía crucis de doce estaciones, que comenzaba en el retablo de la cruz de jaspe, construido en 1630, en la fachada del palacio y finalizaba en el propio humilladero, aunque popularmente se hacía una más para visitar la aledaña ermita, permaneciendo así hasta que el devenir de la ciudad durante el s. XIX fue trayendo el olvido sobre esta celebración y las propias edificaciones del templete, la ermita y el acueducto. Ya hemos visto la existencia de otros humilladeros y cruces por la capital hispalense, pero hoy hemos descubierto la importancia de este culto como uno de los orígenes de la Semana Santa de Sevilla, pronto veremos su actualidad en esta Sevilla Legendaria.

J.M.

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