Han leído bien el título. Hoy nos colocamos la armadura y nos vamos a visitar una antigua fortaleza, pero no en nuestra ciudad, ni siquiera en su término municipal, es más, tampoco alrededor, eso que hoy llamamos área metropolitana, pero sí está en nuestra provincia y forma parte de su historia y de la defensa del antiguo Reyno de Sevilla. Ubicado a 50km de aquí, en una campiña a los pies de la Sierra Sur y a escasos 3km del pueblo sevillano de El Coronil, al que pertenece actualmente y que también cuenta con castillo propio en su núcleo urbano. Por eso nos hemos desplazado hasta allí por la carretera A-375, porque queremos mostrárselo y animarles a descubrirlo si aún no lo han hecho.

Su historia y ubicación son un tanto peculiares, pero ambas nos sirven para entender su existencia. El origen lo tenemos en una antigua torre árabe, al parecer denominada Aznalcázar, como otro pueblo sevillano, y que defendía la fuente que da nombre al lugar y que en el Repartimiento de Sevilla fue donada al Cabildo de la Catedral. Éste realizó la construcción del castillo entre 1348 y 1355, año que pasa a manos de la Corona, que a su vez lo donó en 1388 a Per Afán de Ribera. Poco después, debido a enlaces matrimoniales, dejó de ser un señorío independiente, pasando a pertenecer al señorío de El Coronil y por tanto a la Casa de Medinaceli, que llevó a cabo reformas en los siglos XV y XVI.

Algunas de estas modificaciones podemos apreciarlas en la primera foto, donde vemos la torre de la derecha junto a un arco cegado, por lo que dejó de ser una torre albarrana. También vemos un muro adosado a esa torre mediante el cual cercaron la fuente del manantial, que pasó a ser de uso privado como observamos en la siguiente imagen, tomada aproximadamente donde estuvo situada la fuente en el interior del recinto.

Así fueron pasando los siglos para este castillo, que pasó de ser un punto estratégico para obtener agua en plena Banda Morisca a ser una propiedad privada más de la Casa de Medinaceli, la cual se deshizo finalmente de él en el s.XIX, donándolo a la Villa de El Coronil, que como decíamos es su actual propietario. En esta última etapa vivió una época de olvido y dejadez en la que se utilizó para guardar ganado y hasta a punto de convertirlo en fábrica de jabón, a pesar de ser declarado Monumento Nacional en 1923. Afortunadamente el Ministerio de Cultura lo rehabilitó allá por los 60, quedando en el estado bastante mejorado que hoy conocemos y que el ayuntamiento coronileño procura mantener e incluso organiza eventos en su interior como “Noche Flamenca Las Aguzaderas“.

El castillo nos sorprende en una vaguada al salir de la suave curva de una loma, cuando las otras fortificaciones cercanas son visibles desde la lejanía debido a que se asientan en lugares con una altura que les permita divisar los campos que las rodean, algo que es lo habitual en este tipo de construcciones.

Ya sabemos que su función fue protectora para el manantial y es lo que motivó su curiosa ubicación en dicha vaguada, pero aun así podía mantener enlace visual con el resto de fortificaciones colindantes en la Banda Morisca, en una época en la que la frontera requería una especial protección si se quería llegar a la reconquista del reino nazarí de Granada. Este sistema defensivo, del que hablaremos en futura ocasión, se completaba con las torres de Troya, del Águila, de la Ventosilla, del Bollo, de Lopera (todas en el actual término de Utrera) y los castillos de Matrera (Villamartín, Cádiz), Cote (Montellano) y El Coronil, con este último gracias a la construcción de una specula de 3m de altura que asoma sobre la cubierta de la Torre del Homenaje, como demuestra la foto superior.

Vemos en estas imágenes del horizonte, que para lograr visualizar estos emplazamientos, la guarnición allí destinada debía subir bien al adarve de la muralla o subir por el interior de la Torre del Homenaje, ya que tiene planta baja, superior y cubierta.

Fuera cual fuese la opción elegida, está claro que esta fortaleza requería estar en forma, ya que las escaleras son empinadas, estrechas y de incómodos escalones.

En cuanto al nombre, también resulta un tanto curioso. En el exterior y dentro del patio de armas se aprecian una serie de riscos que en su día, albergarían el brote del manantial de Las Aguzaderas que bautiza al castillo. Según las crónicas y un cartel que hay en la entrada, esos riscos eran utilizados en aquellos tiempos por los jabalíes, que abundaban en la comarca, para aguzar sus colmillos en ellos, es decir afilarlos. De ahí que esas rocas se denominaran aguzaderas.

Y aquí terminamos esta entretenida visita a uno de los muchos castillos que esconde nuestra provincia, que además resulta ser gratuita, así que les invitamos a visitarlo y viajar a un pasado lleno de batallas a lo largo y ancho de nuestros campos. Pero eso sí, procuren acudir con la luz del día, ya que según cuentan, hay una leyenda conocida como “La sombra del guerrero“ que trata sobre la silueta de un antiguo soldado de la guarnición que cuando cae la media noche, realiza una ronda de vigilancia por el adarve a la espera del regreso de su amada que nunca aparece, por lo tanto tengan cuidado no les vaya a confundir con ella o aún peor con sus acérrimos enemigos musulmanes. Así que permanezcan atentos y sigan disfrutando de esta Sevilla Legendaria.

J.M.
Un comentario sobre “Castillo de las Aguzaderas.”